Cuando
revisamos los archivos de las fotos que hemos tomado recientemente, las
imágenes resultantes distan muy poco de aquellas que nuestros padres tomaron en
los años setenta y ochenta. El aire de fotografía vieja está presente en todas
ellas, hermanadas por sus luces cálidas, el efecto flash, los objetos
difuminados y los encuadres imposibles. La única diferencia está en que unas
fueron tomadas hace décadas, con cámaras analógicas, mientras que las otras
apenas cuentan con unos pocos meses, incluso minutos, de vida y fueron captadas
con dispositivos tecnológicos de última generación.
Mural realizado con fotografías tomadas con Instagram / Fuente: A Beautiful Mess |
El
regusto por lo vintage que vivimos en los últimos años ha
encontrado en la fotografía a su principal exponente. Atrás quedó la búsqueda
de la perfección absoluta fruto de la imagen digital. Las instantáneas pasadas
por filtros que les confieren un toque nostálgico y enmarcadas a modo de
Polaroid son tendencia y han dado el salto de las redes sociales y los
smartphones al mundo del diseño, el arte, la decoración y los mass
media.
Esta
moda del siglo XXI tiene su origen a mediados del pasado siglo en la compañía
estadounidense Polaroid,
pionera en el desarrollo del primer filtro polarizador sintético en
1929 y en su posterior comercialización en 1937. Diez años más tarde, en 1947,
la firma lanzó al mercado la fotografía instantánea y el resto es historia. La
cámara Polaroid Land, que revelaba y positivaba una imagen en menos de 60
segundos, fue una revolución que se convirtió en el buque insignia de la
compañía y en objeto de inspiración para artistas y visionarios como Andy Warhol o Steve Jobs.
La estética Polaroid se impone en la captura de momentos cotidianos / Fuente: ReadyForShowTime |
La
popularización de la videocámara doméstica y, más tarde, la llegada de la
fotografía digital en la década de los noventa, relegó a las cámaras de
Polaroid a un segundo plano y a una lenta agonía que culminó con el anuncio del cese de fabricación de su película en 2008. Fue entonces cuando se
sentaron las bases para el renacimiento de la Polaroid y de su estética.
El
movimiento se había iniciado unos años antes, en torno a 2005, de la mano de
los hipsters,
según apunta ChristopherBonanos, autor de "Instant: The Story of Polaroid". El
colectivo amante de lo vintage hizo de la nostalgia Polaroid
su bandera, atesorando su estética en la búsqueda del arte en lo cotidiano. Poco a
poco, este espíritu se fue contagiando a los editoriales de moda y al diseño
gráfico, que recuperaron el toque Polaroid y su característico marco para
fundirlo con la imagen digital. El momento cumbre se alcanzó con el cese de
fabricación de la película, que consolidó a la Polaroid como objeto de culto a
través de la iniciativa de The Impossible Project.
Imagen captada y tratada con Instagram /
Fuente: entretengo
|
Y
así llegamos al momento presente, en el que la historia de la Polaroid da una
vuelta de tuerca para encontrar en la tecnología digital, la que en antaño
fuera su verdugo, a su principal aliada para escribir una nueva edad de oro.
Una segunda parte en la que las aplicaciones fotográficas para smartphones son
las protagonistas, con Instagram como
ejemplo destacado.
Heredera
espiritual de Polaroid, esta aplicación gratuita, que funciona también como red
social, permite aplicar filtros y efectos retro y vintage a
las imágenes captadas con el móvil. La propuesta enganchó enseguida al público,
que respondió con avidez a la posibilidad de documentar su vida minuto a minuto
a través de las imágenes, observando el mundo en clave Instagram a modo de artistas amateur.
Su repercusión pronto llegó al mercado y dos años después de su lanzamiento fue
adquirida por Facebook por 1.000 millones de dólares, desmarcándose así de
otras aplicaciones similares como Hipstamatic o Pixlr. La compra, no obstante, causó un
gran revuelo porque que el cambio en las políticas de privacidad derivado de la misma provocó la
baja masiva de millones de usuarios.
Fotografía tomada con Hipstamatic /
Fuente: plumandradish |
Tras
imponerse en las redes sociales, Instagram no tardó en colonizar el mundo de la
fotografía profesional y del diseño gráfico. El fotógrafo Nick Knight ha sido pionero a la hora de experimentar
con las posibilidades de Instagram, las celebrities no dudan
en convertirse en sus propios paparazzi para compartir con sus
seguidores detalles íntimos de sus vidas filtro mediante, las firmas de moda han
convertido esta aplicación en su nuevo fetiche a la hora de presentar sus
colecciones o retratar sus desfiles; y las imágenes tomadas con Instagram se
han colado hasta en la portada de The New York Times.
Los
nuevos usos de la fotografía en la era Instagram no dejan indiferente a nadie y el debate
sigue creciendo, especialmente entre los fotógrafos profesionales que
consideran que esta democratización de la fotografía devalúa el carácter
artístico y fotoperiodístico de la imagen.
Mientras,
el fenómeno sigue creciendo, los instagramers se multiplican y
la aplicación prepara su salto al dispositivo digital-analógico de la mano de
Polaroid con el lanzamiento en 2014 de Socialmatic,
una cámara digital que aplica los filtros de Instagram, conectada a las redes
sociales y que permite imprimir las fotos al instante.
Imágenes lomográficas y cámaras Lomo /
Fuentes: beawesome y DecoracionVintage / Montaje: mrg
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La revolución analógica
El
gusto por la fotografía de estilo vintage no sólo se reduce a la Polaroid y las
aplicaciones derivadas de su estética. La creciente popularidad de la
lomografía asegura, para muchos, el futuro analógico de la fotografía. Esta corriente toma su nombre de la cámara
Lomo, construida en la era soviética por la Unión de Ópticos y Mecánicos de
Leningrado. En 1991, los estudiantes vieneses Matthias Fiegl y Wolfgang
Stranzinger viajaron a Praga y descubrieron la Lomo en una tienda fotográfica.
La curiosa cámara, de aspecto rudimentario, pronto les sorprendió al revelar
imágenes con colores ricos, brillantes y saturados. La cámara captaba imágenes
imperfectas y oscurecía los bordes de la imagen dando lugar a un efecto túnel
que acentúa su singular efecto artístico.
Un
año más tarde, en 1992, los estudiantes fundaron la Sociedad Lomográfica
Internacional y el movimiento Lomo empezó su andadura como una nueva forma de
entender la vida y el arte a través de imágenes con alta saturación de los
colores y viñeteado. Su manifiesto artístico expone las diez reglas de oro que definen el lomolifestyle y que se
resumen en la máxima: "No pienses, dispara".
Fuente: minuevohogar |
La
expansión de la lomografía, que sólo en España factura más de un millón de euros al año, resiste a la era digital
y ha dado lugar a un mercado en el que la pasión por la fotografía y lo vintage
se funden en uno con la creación de dispositivos de diseño y accesorios que
perfeccionan la imperfección de sus instantáneas.
Ya
sea en Polaroid, Lomo o en Instagram (y sus derivados), una cosa queda clara:
la sociedad del siglo XXI vive, consume y se relaciona en imágenes. Y si no,
que se lo digan a Pinterest.
mrg
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