miércoles, 30 de enero de 2013

"The Knit club"

Todo empezó en 2005, en Houston, Texas. Allí, Magda Sayeg, tejedora autodidacta y promotora del movimiento artístico "Knitta, Please", empezó a cubrir elementos del mobiliario urbano con coloridas piezas de ganchillo y de punto con el objetivo de que el arte callejero fuese más cálido y llamar la atención sobre la impersonalidad del paisaje urbano. Sus acciones pronto tuvieron eco en otras ciudades y actualmente el conocido como "Urban Knitting" (ganchillo urbano) o "yarnbombing" (bombardeo de ovillos) se ha expandido por todos los rincones del globo decorando a su paso bancos, farolas, árboles, esculturas y pavimentos, entre otros objetos. 

Intervención de Urban Knitting Zaragoza / Fuente: urbanknittingzaragoza
A España el movimiento llegó hace un par de años, cuando surgieron los primeros grupos de Urban Knitting con las ciudades de Valencia, Zaragoza y Bilbao como principales referentes.  Poco a poco, la iniciativa se está extendiendo por todo el territorio nacional gracias, en parte, a la alianza de las nuevas tecnologías que facilitan el contacto entre las personas interesadas en la práctica del punto a la vez que sirven de guía formativa para los principiantes en la materia. "En nuestro caso, el punto es la excusa para hacer intervenciones que ayuden a visibilizar proyectos sociales y dar una nota distintiva al arte urbano", explica Alejandrina Urquízar, una de las promotoras del grupo "Urban Knitting Córdoba, Tejiendo la red", que celebró su primera quedada lanera el pasado diciembre. Desde aquel primer encuentro están sumando seguidores y actividades. En Navidad hicieron regalos para las niñas de un centro de acogida y estos días están inmersos en los preparativos de los actos conmemorativos del 8 de marzo, Día de la Mujer, en el que los grannies serán protagonistas.

El carácter colectivo y colaborativo es uno de los distintivos de esta práctica. Montse Palacián es la fundadora de Urban Knitting Zaragoza, uno de los grupos de knitting más activos: "La proliferación de grupos como el nuestro es la causa de que el punto haya vuelto con tanta fuerza y siempre que nos han pedido colaborar en algún proyecto hemos estado ahí. La sensación de grupo es un elemento muy importante y en nuestras reuniones hemos creado un ambiente en el que se está muy a gusto, donde compartimos experiencias y conocimientos.". Otro atractivo de estos grupos es que no es necesario ser un tejedor experto para sumarse a la iniciativa. "Hay gente que ha aprendido desde cero con nosotros", indica Montse Palacián.

El "revival" de las agujas
Hay quienes observan en esta vuelta al punto un efecto directo de la crisis económica, que ha obligado a retomar una práctica considerada en peligro de extinción ante la dificultad de hacer frente al pago de prendas manufacturadas. Sus practicantes niegan esta premisa con rotundidad. "Yo no creo que sea por la crisis. Para la generación de nuestras madres el punto era algo obligatorio y a mucha gente de mi generación le parecía algo desfasado, de abuelas. Sin embargo, los jóvenes han descubierto que se puede hacer punto por simple placer, que se pueden hacer millones de cosas y además es divertido", añade Montse Palacián.

Fuente: bellezapura.com 
Por su parte, Alejandrina Urquízar sí observa un efecto de la crisis en el auge del knitting. "La gente necesita sentirse acompañada y útil, aunque ante todo defendemos el placer de hacer cosas manuales y de contribuir a nuestro entorno".

Sea como fuere, las agujas han salido del armario y la que antes era una labor que se vivía en privado es reivindicada ahora en público bajo una máxima común: hacer calceta es cool.

Como ocurre con muchas modas, las celebrities han aportado su granito de arena a esta nueva tendencia. Las instantáneas de Julia Roberts o Sarah Jessica Parker haciendo punto en el descanso de los rodajes o comprando materiales en las mercerías, y el éxito de el libro "El club de los viernes" de Kate Jacobs, que en futuro se convertirá en película producida por la mencionada Roberts, han contribuido a la reivindicación de esta práctica milenaria, que incluso cuenta con la celebración del Día Mundial de Tejer en Público durante el mes de junio y con una organización de Tejedores sin Fronteras.

Una vuelta a las labores que adquiere una nueva connotación, entroncando con el furor por el do it yourself (hazlo tú mismo) y con el movimiento slow para responder a la vorágine e inmediatez del siglo XXI con un cambio en las formas de ocio y en el estilo de vida que apuesta por lo natural, lo manual y el valor de la comunidad.

Mujer haciendo punto. Meraud Guevara (1930)
Punto para principiantes
La mayoría de las iniciadas en el knitting aprendieron las técnicas de sus mayores, pero son muchas las jóvenes y no tan jóvenes que estos días se acercan al punto por primera vez. Y sí, hablamos en femenino porque, aunque poco a poco los chicos se animan a hacer cadenetas y punto bobo, las mujeres son mayoría en esta actividad.

Para los principiantes, Internet se ha convertido en la principal fuente de información y formación para iniciarse en el punto. En YouTube hay millones de vídeos que enseñan las diferentes técnicas, desde cómo montar los puntos a cómo hacer los grannies. Las páginas web de venta de material, entre las que destacan We are knitters o KnittingPoint,  también cuentan con tutoriales entre sus recursos y hay miles de webs y blogs especializados que explican cómo realizar las diferentes labores. Además, la demanda de formación ha contribuido a que proliferen en las ciudades los cursos de punto impartidos, entre otros, por miembros de los grupos de Urban Knitting. Contactar con estos grupos es un primer paso para iniciarse en el aprendizaje, aunque también se puede acudir a la mercería del barrio, ya que muchos de estos establecimientos ofrecen clases adaptadas a diferentes niveles de dificultad, reuniendo a jóvenes y mayores para demostrar que el tejer no tiene edad.


mrg

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